Recuerdo aquellas tardes, algunas noches: jodido por el trabajo y el mal dormir generado por los gajes del oficio, me despertaban los escandalosos gritos de mi carnal porque estaba perdiendo; golpeaba furiosamente su arcade stick —mandado a hacer porque aspiraba a ser un peleador profesional hace unos años—, mientras gritaba improperios al monitor como que todo era culpa DEL MALDITO LAG.
Entonces me despertaba, me dedicaba un rato a mirarlo en silencio, resignado porque no dormiría mejor esa noche que cualquier otra, y me enfocaba en la música agradable del juego y los personajes brillantemente diseñados en vez de las quejas.
Y luego me sentaba junto a mi hermano para preguntarle de qué iba su juego, Blaz Blue, y me daba cuenta del salto generacional porque ya no era un Street Fighter, que es como un chile, mole y dulce de estereotipos y personajes graciosos, sino prácticamente una Young Adult Fiction Novel, solo accesible a quienes disfruten de las peculiaridades de la joven ficción japonesa. Preguntaba, inocente e ingenuo, quiénes eran los malos y quiénes eran los buenos, quiénes eran los luchadores más cool y quiénes eran una bazofia (el Honda, por ejemplo).
Cuando nos separamos por la vida, eventualmente compré este juego en algún bundle y hasta hace poco tuve la oportunidad de jugarlo. La historia es de héroes arquetípicos que están encerrados en un bucle temporal donde el mundo se destruye y se reinicia por un evento apocalíptico que nadie sabe cómo detener. El escenario es de steam punk, magia arcana y ciencia ficción. Pocos personajes están conscientes de que están atrapados en el bucle; los que no saben, en el modo historia, tienen oportunidad de descubrir algunos misterios de su origen, sus adversarios y sus motivaciones.
Blaz Blue: Calamity Trigger, para poder contar esta historia compleja, une dos géneros que no parecen congeniar fácilmente: las peleas con la novela visual. Si uno le tiene paciencia a estas historias que se hacen absurdamente complejas, funciona. Los seiyu hacen su chamba para involucrarlo a uno con los personajes y las situaciones. Las traducciones, tanto en español como en inglés, se sienten un poco débiles pero la otra opción es aprender japonés y yo creo que el material ya excede la complejidad del nivel básico.
Una cosa que me gustó del juego y que solo se vive en el modo historia, es que si uno escoge ciertos caminos (los cuales se deciden por ganar, ganar con especial o perder la pelea), revela más personajes que tienen un diseño interesante, y que lo motivan a uno a seguir jugando para ver si es posible desbloquearlos o entender mejor su rol en la historia. Esto no siempre sucede, pero supongo que en juegos siguientes ya se pueden usar algunos de estos personajes.
El sistema de peleas es intermedio, avanzado. El juego exige cierta clavadez para aprenderse los combos y los estilos de cada personaje. Los estilos son muy diferentes, y algunos personajes tienen más de uno o dos sistemas superpuestos sobre el sistema básico que aumenta su complejidad. Puedo entender la frustración de mi hermano; dudo mucho que solamente se tratara del lag, pero también de esta combinación de factores que, cuando el juego era popular en sus modos en línea, debían ser muy divertidos y también caóticos. Seguramente da pie a muchos juegos injustos. Por supuesto, como este juego ya tiene sus añitos (2009), hogaño, creo que es casi imposible encontrar rivales en línea.
Sin embargo, si quieres una experiencia más o menos compleja, con unas extrañísimas waifus (Taokaka) y una historia que presenta algunas complejidades y exige harto suspension of disbelief, y si te interesa experimentar con esta curiosa fusión de géneros (novela visual y juego de peleas), BlazBlue es excelente para pasar el rato.
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